Aquél viejo sillón
(Octavillas reales)
Más que un beso era cadencia
lo que arrullaba en mi boca,
porque su dulzura loca,
era un viento sin clemencia.
Ella me daba su esencia
por cada tibio jadeo
y en sus manos el deseo
no sabía de paciencia.
Fueron borrasca, misterio,
prisión, libertad sin ira,
balada, tango y guajira,
asolando mi hemisferio.
Yo, tan solo era un Deuterio,
habitando su agonía
y en mi precoz rebeldía
viví aquél adulterio.
Ni un instante de sosiego
el arrebato brindaba
y mi cuerpo se extasiaba
con su continuo refriego.
Mis hormonas eran fuego
erupcionando en su piel
mientras su aroma de miel
se extendía como riego.
Aprendí de su pasión,
de su furia en pleno vuelo
y supo lo que era el cielo,
mi inexperto corazón.
Grabada está en mi ilusión
aquella primera vez,
donde perdí la niñez
en aquél viejo sillón.