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Este obra cuyo autor es
Daniel Borrell

está bajo una
licencia de Reconocimiento 4.0
Internacional de Creative Commons
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Creado a partir de la obra en
http://masalladelosversos.es.tl/.
Cuenta una leyenda
 
Cuenta una leyenda


Cuenta una leyenda, en los libros que nunca han sido impresos, esas que pasan de boca en boca por generaciones de esta vida fantástica que nos ha tocado vivir, que hace muchos siglos en tiempos casi inmemoriales, cuando el hombre recién estaba aprendiendo a caminar, la Pacha mama igual que a un bebé lo cuidaba, mimaba mostrándole poco a poco sus secretos, enseñándole como se podía beneficiar de ellos.
Fue silente abismo del tiempo, la sonrisa del sol en el trigo, la llovizna cayendo del cielo, la ternura del recién parido el verlo crecer, dar sus primeros torpes pasos, sus primeras y guturales palabras, su sonrisa de sorpresa al descubrir el fuego, el abrigo, el calor, el alimento.
Le mostró la profundidad ardiente de su vientre, la aridez y el verdor de sus valles, los altos pináculos nevados desde donde bajaban los ríos de agua cristalina, el aire puro bajando desde la inmensidad de la atmosfera, océanos azules plenos de plancton y peces, las aves volando en el cielo, los aguaceros que junto al rey cumplían el ciclo vital; las raíces de su existencia.
Lo vio crecer con alegría de primavera, con sueños de luna en los ojos, con la esperanza del futuro en los versos, con ansia impulsiva y loca, mientras ella lo guiaba tiernamente por su sendero.
Como todo niño pequeño fue hilvanando travesuras, ella como toda madre dulce y paciente fue aconsejándolo, encauzándolo como un lazarillo por la buena ruta, él fue asintiendo, aprendiendo lo que era el respeto y bendiciendo a quién le dio la vida.
Cuando las diabluras pasaron el límite, ella le enseñó lo que podía pasar si seguía por ese camino, sintió moverse la tierra bajo sus pies que creía de acero, vio brotar estelas de fuego desde la boca de la montaña en el abrigo de su invierno convirtiendo aquel panorama verde en roca incandescente, un maremoto en sus costas de sueños fueron severas reprimendas para aquel joven aventurero que ahora con desdén y un poco de miedo (no respeto) aceptó que su madre en verdad hablaba en serio.
Pasaron los años y aquel niño joven se fue convirtiendo en hombre; estúpido, arrogante y presuntuoso haciendo caso omiso a todas las enseñanzas de su madre; de tal forma que el mismo coartó su propia libertad.
Empezó la generación del poder, la lucha contra el propio hermano, transformaron el fuego griego en armas de destrucción, la pólvora que servía para divertir en las celebraciones, en sangre puesta de manifiesto en el campo de batalla.
Se incendió el silencio, desgarraron las entrañas por brillos en bruto y con ello el comercio de esclavos, el hambre, “las razas superiores”, la miseria, los supuestos conquistadores que venían a evangelizar, haciendo intercambios comerciales de espejitos por sacos de oro, preponderando la codicia sobre la ingenuidad.
Y la ambición pudo más que la verdad, el poder se impuso y con ello se levantaron cráteres de humo al cielo, perforando la tierra, arrancando sus bondades, desgajando como a un árbol viejo la pureza, se cambió aquellos hermosos e intrigantes paisajes con cantos de pájaros por ruido citadino, cemento, burla y desolación.
El hombre ya no fue jinete en el viento, sus mares dejaron de ser cristalinos, simplemente negrura; su aire, una neblina tóxica que aspiraba día a día; sus pulmones, antes verdes valles hoy simplemente páramos desérticos mostrando árboles talados; su suelo, tierra de grisácea y envenenada por los deshechos allí ocultos.
Mientras tanto la madre observaba y avisaba, infiernos de fuego, avalanchas de miedo, barro y agua, olas gigantescas tierra adentro, pero todo era en vano; la soberbia había anidado en su niño, cegándolo por completo, convirtiéndolo en ruin, decrépito e insolente; su naturaleza se hizo avara, miserable, rapaz, ladrón, ejecutor y destructor de su propia herencia.
Hoy después de tantos siglos su madre está enferma de muerte, totalmente agotada, aunque aún rezonga, avisa cada vez más fuerte, con menos paciencia: pero todo es inútil, ella... ya no puede contener la furia que estalla desde su interior.
Las enfermedades se ven por doquier, las medinas, hoy armas biológicas; el espacio exterior… solo moderna basura tecnológica y lo que es peor hablan, hablan, echándole la culpa a ella, la irreverente, la tierna, la bella; pero la conciencia sigue hundida en el maldito consumismo, mientras los poderosos...cerdos gozosos, siguen llenando sus panzas con la displicencia de la supuesta ignorancia, que no es tal, sino simplemente conformismo.
Ella sigue allí aferrada a la esperanza, de que el ser humano pueda cambiar, que se dé cuenta de sus errores y trate de enmendarlos; porque… ya queda muy poco tiempo, la cuenta regresiva ya empezó y cuando llegue a cero…no habrá lugar donde esconderse, no habrá rezos, riquezas, justicia ni piedad para nadie.
La evolución se volverá a abrir paso y nuestra madre morirá para renacer, el cielo volverá a ser azul, las aguas bajarán de las montañas cual fino diamante, los valles serán más verdes, las cordilleras más altas, se callaran los volcanes volviéndose a sentir el canto de las aves y el maligno ser que llevó a este desastre ya no existirá.
¿De qué habrá valido su progreso?
¿Para qué sus armas?
¿Dónde habrá quedado su maldita arrogancia?
¿De qué le habrá servido el poder?
¿Por qué en vez de mirar el LED de 50’ no observó un bello atardecer en el campo?
¿Por qué no valoró la riqueza espiritual?
Estas y mil preguntas más quedan pendientes y sin respuestas…

¿O no?

 
 
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